31 ago 2013

Este post es un fragmento del universo (recordando a Jorge Eduardo Eielson)

31 ago 2013

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Revisando el tomo 9 del Atlas Departamental del Perú (de editorial Peisa) cuando se habla de los artistas y escritores limeños más destacados de la historia, se aluden nombres que todos conocemos. A pesar que la lista es larga ni siquiera se menciona a Jorge Eduardo Eielson. 

Para entender la obra de Eielson no habría que leer este artículo. Ni ninguno. Habría que romper el papel en pedacitos y tirarlo al aire mientras alguien recita uno de sus poemas. Habría que preguntarse que sintieron Octavio Paz o Jean Genet al leer los manuscritos de Eielson y animarlo a publicarlos. Habría que pintarrajear nuestras ropas y hacer nudos con ellas con algo de música de fondo. Quizás tendríamos que amar el budismo zen y los gatos. 

En una entrevista resume su trayectoria: “escribí poemas y me llamaron poeta, he escrito artículos para periódicos y no soy periodista. He escrito algunas piezas de teatro y no soy dramaturgo. Hago también escultura y no soy escultor. He escrito cuentos y no soy cuentista. Una novela y media y no soy novelista. En 1962 compuse una Misa solemne a Marilyn Monroe, para banda magnética, y últimamente preparo un concierto y no soy músico”. Podríamos agregar que además pintaba y hacía ensamblajes, instalaciones, perfomance, fotografía. Incluso ganó un concurso para estudiar dirección de cine. 

Vivir es una obra maestra es el título de uno de sus libros. En el caso de Eielson esta frase se aplica sin duda alguna y en sus casi 82 años dedicados al arte produjo no una sino varias obras de esta magnitud. Era una persona que vivía para el arte y por el arte en todas sus manifestaciones. Un artista en mayúsculas. Un artista total. Un artista que podía hacer poesía de muchas formas y no sólo “poesía escrita” (que también hizo). Un artista que en pleno mayo de París planeaba colocar su “escultura luminosa” en el cruce de dos avenidas. Un artista que escribió a la NASA para enviar una de sus obras a la luna (le respondieron con una negativa). 

Las etiquetas sobran en este tipo de casos: neosimbolista, ultramoderno, post-vanguardista: Eielson fue todo eso y mucho más porque nunca se encasilló, ni se cansó de inventar proyectos aunque éstos no tuvieran repercusión comercial. No vivió obsesionado por vender sus obras ni por publicar. Multifacético como Leonardo da Vinci –uno de sus grandes ídolos al que incluso le dedica instalaciones– hizo gala de sus constantes saltos al elegir formas para expresarse, en un contexto como el que vivimos donde la hiperespecialización lo es todo. 

Aunque vivió más de la mitad de su vida en Europa y a pesar del gran reconocimiento de su trayectoria en el extranjero, sería un grave error considerar su obra como un fenómeno ajeno a nuestra realidad. Eielson sentía al Perú como parte importante de su arte a pesar de la lejanía y eso se nota en su insistencia en el arte precolombino, en inspirarse en los quipus para buena parte de su obra “nudística”, en la obsesión con el paisaje desértico costeño. 

También guarda algunos elementos en común con otros escritores peruanos. Como Martín Adán, Eielson publicó por primera vez a los diecinueve años. Como Ciro Alegría o Vargas Llosa (que tuvieron en el colegio a profesores de la talla de César Vallejo y César Moro, respectivamente), Eielson tuvo como maestro de escuela a José María Arguedas. Fue un gran amigo de Javier Sologuren y, como Eguren, se dedicó indistintamente a la poesía y a la pintura durante un periodo de su vida. Coincidencias que pueden parecer triviales, ingenuas como algunas obras de Eielson, que reivindican la estética de lo cotidiano y nos dicen que no hay que tomarse en serio. 

De una modestia aplastante para los cánones actuales y el espíritu competitivo hasta la náusea de nuestra sociedad, puede sorprendernos en esta época su total indiferencia por reconocimientos y honores. Ganador del Premio Nacional de Poesía, del Premio Nacional de Teatro, de becas europeas y de institutos prestigiosos, nada de esto parece importarle. Considerado como uno de los mayores poetas y artistas latinoamericanos del siglo XX, ha expuesto en museos alrededor del mundo, desde la Bienal de Venecia hasta el MOMA de New York. Rechazó una propuesta de Gallimard y de otras editoriales y declinó invitaciones para exponer en galerías de renombre. Fue un amigo el que enviaría sus poemas para que postulen a un Premio Nacional (que terminaría ganando).

A pesar de todo lo anterior, decía sobre sí mismo: “no soy nada”. Ninguno de nosotros lo es. Pero sólo personas como Eielson tienen la modestia y lucidez para notarlo y pronunciar, con una sonrisa en los labios, que después de muertos no quedará nada de nosotros, tal vez sólo una estela de polvo de estrellas en el espacio…
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