28 oct 2015

"Nuevos juguetes de la Guerra Fría" - Juan Manuel Robles

28 oct 2015

Este no será un comentario, reseña, crítica, opinión o resumen de Nuevos juguetes de la Guerra Fría. Sería difícil hacerlo, porque es complicado ser objetivo con este libro. No es común, al menos para mí que no manyo a nadie del mundillo literario peruano (?), comentar el libro de alguien que uno conoce (solo me paso una vez con el libro de cuentos de mi ex-jefe). Aunque decir que conocemos verdaderamente a alguien es mentir. Como recordar.

Así que empezaré de nuevo, no conozco a Juan Manuel Robles, bueno, conversé con él algunas veces de casualidad, mientras cada uno esperaba a sus respectivas enamoradas que eran amigas. Una vez fuimos los cuatro a tomar algo, no estoy seguro si esa vez contó su historia del pionero. Probablemente no pero, después de leer esta novela, quiero creer que sí. Así de mentirosos son los recuerdos.

Aunque también es difícil comentarlo porque es una novela que juega con la memoria de muchos de (¿mi? ¿nuestra?) generación, tiene un feeling que es difícil de resistir. Los que vivimos, o al menos recordamos algo de los años 80, podemos sentir por instantes algunos de los recuerdos de la obra. Yo también adoraba a los G.I. Joe, creo que tuve como una docena, me asustaba V. Invasión Extraterrestre, probablemente el "primer contacto" con los aliens (al menos en la ficción). Me encantaba también el KFC y usé sus juegos (era el único lugar de comida rápida en esa época: Mcdonald's y Burguer King llegarían en 95-96, Starbucks, Dunkin, etc. mucho después). A Lápiz y Tornituerqui no los ubico ¿no seré tan viejo? ¿o seré demasiado? El tiempo también es ilusorio.

Al MRTA sí lo recuerdo y la relación de su símbolo con otro no fue tan sorprendente, pero sí muy efectiva. En la novela nos damos cuenta que los terroristas no son invasores ni extraterrestres, son como nosotros, son nosotros, pueden ser más cercanos de lo que te imaginas. Y eso es mucho más monstruoso. Y difícil de aceptar.

Lo interesante, como lo dijo también José Carlos Yrigoyen, es que no exagera con los referentes ni con la nostalgia, ni cae en la cursilería barata. La novela tiene la dosis exacta de elementos que contraponen "lo infantil" con "lo adulto" y están bien relacionados. Y no, no aparecen sables láser como se menciona en la publicidad de la contraportada, lo que parece más bien un deseo inconsciente, quizás producto de la cercanía del estreno de The Force Awakens.

Ya lo dijo Ribeyro en una de sus Prosas Apátridas (la N.° 23): "Es falso, pues, decir que los niños imitan los juegos de los grandes: son los grandes los que plagian, repiten y amplifican, en escala planetaria, los juegos de los niños". Esta obra lo confirma.

Y esos juegos, se mezclan en nuestro recuerdos, que a veces son pequeños y escurridizos como un caballito de mar, como un hipocampo, pero a la vez están dentro de nosotros, como el otro hipocampo, el del cerebro, que nos permite recordarlos.

Pero recordar no es cualquier juego, puede ser muy peligroso. Si la memoria es un conjunto de habitaciones con imágenes, hay que tener cuidado y avanzar cauteloso, como en Doom, y mejor si uno está armado con una Makarov, no vayamos a encontrar algo que hubiéramos preferido no descubrir nunca.

(Recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre probablemente sea Iván Morante) otra "Prosa apátrida" sobre esto (la N.° 56): "(...) no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro pasado. Todo lo que hemos vivido y que tendemos a considerar como una adquisición definitiva, inmutable, está constantemente amenazada por nuestro presente, por nuestro futuro (...)").

Eso le pasa al protagonista: su pasado se transforma radicalmente, luego de descubrir algo, y la historia da un giro a lo Dan Brown (?) con hartos códigos para descifrar, tumbas, huesos, sótanos, espías, conspiraciones y hasta la CIA.

El título de la novela, que un principio no me gustaba, luego de concluir la lectura me parece mejor, resume varias dicotomías: los juegos y la guerra, lo novedoso y algo tan aparentemente "de museo" como la Guerra Fría y, claro, la infancia y la adultez.

Y así, de La Habana a La Paz, de Lima a Nueva York, esta novela se suma a otras que se basan en la memoria y lo autobiográfico y que vienen siendo publicadas en años consecutivos: Contarlo todo (2013) de Jeremías Gamboa y De noche andamos en círculos (2014) de Daniel Alarcón. Pero esta es mejor. 
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